
Cuando hablamos de desorden mental, nos referimos a algún tipo de alteración de nuestro comportamiento, o estado de ánimo. Observamos cambios, porque hemos salido de nuestro itinerario normal, y como consecuencia presentamos ciertas anomalías, que, en principio, necesitan algún tipo de reflexión y orientación, para recobrar su estado normal, situación que ocurre de forma ordinaria en la vida. La naturaleza se mueve a su ritmo, pero en ocasiones, se dan intercurrencias sin causa aparente, que nos desorientan, al desconocer tanto el origen como el alcance de las mismas. Y es que tenemos que tener en cuenta, que el individuo forma parte de la naturaleza, es fruto de la misma: en ella nace, crece, se desarrolla y muere. De tal forma que, dicho fruto, sea sujeto de sus estertores, de cuanto ocurre en su alrededor, y por ello ocasionalmente, puede expresar cierto malestar o desorden mental.
Estos episodios pueden ser de diferente intensidad, ¿quién en ocasiones no ha dicho, “hoy me he levantado con el pie izquierdo” o, “qué día tengo, todo me sale mal”. En definitiva, son situaciones que rompen el orden diario esperado, y que nos afectan, sin que las traigamos nosotros al presente, y que además nos inquietan, desazonan, o nos hacen pasar malos ratos, siendo fruto de procesos naturales, porque el orden en la vida, ni está escrito, ni jamás es regular, está normalmente salpicado de contrariedades, o hechos inesperados, a los que tenemos que saber hacer frente desde la serenidad, desde una objetividad sosegada, sin preocupaciones, porque este “estornudo” es normal, y las alarmas son inadecuadas.
Hago esta reflexión, porque en una mayoría de los casos, cuando vivimos la impresión de que nos apartan de nuestro camino, primero nos preocupamos y rumiamos de forma reiterada el hecho, después esta preocupación sigue, y nos impregna el miedo, ¿qué será?, ¿pasará algo? Pensamos, damos vueltas al tema, y algo, que es normal en un camino plagado de adoquines, como es el camino de la vida, nos llega a inquietar tanto, que tenemos que pedir ayuda, usurpando el lugar que le corresponde al enfermo verdadero. ¿Estamos tristes porque nos ha dejado nuestra pareja? Bueno, esto estaba situado en el campo de posibilidades, no es nada que nos deba asustar. ¿Estamos tristes porque no nos quiere una chica, o un chico?, porque nos tiene que querer, es como si tú tienes que querer a otra por decreto. ¿Estamos tristes porque nos han suspendido?, debíamos contar con esa posibilidad, es lo normal, sólo suspende el que se examina. ¿Estamos muy tristes porque nuestros abuelos han fallecido o están enfermos? Todos sabemos que esta posibilidad se puede presentar, que no tiene prórroga, pero también tenemos interiorizado que la vida sigue.
Todos los motivos citados, son absolutamente normales, sin embargo, nuestra reacción en ocasiones no lo es, nos afectan sobremanera, provocándonos situaciones de verdadero malestar, cuando en el fondo forman parte de la vida, y como la lluvia en verano, o la nieve en un día espléndido, o incluso la presencia de un terremoto, en un lugar en ausencia de placas tectónicas, aun no siendo lo esperado, es algo con cuya presencia debemos de contar siempre. En este caso, la clave de la respuesta, pasa por saber gestionar la primera impresión, por lo inesperado, para inmediatamente después, pasar a la aceptación, al entender que, todo ello, forma parte de la vida.
Sin embargo, la queja se ha hecho presente en nuestra cotidianidad, es la protagonista de cualquier conversación; “tengo un malestar general que me impide dormir, no descanso”, “hace un tiempo que me siento inquieto, nervioso, desde que falleció mi amiga”, “me gusta menos salir, he perdido la alegría, me preocupa que la empresa pueda deslocalizarse”, “he cortado una relación, y yo creo que me he precipitado, porque me siento fatal”. Así podríamos seguir, enumerando pasajes de nuestra vida, en los que hemos perdido la serenidad, sufrimos, y nos sentimos mal.
Ante esto, ¿cómo responder? En primer término, debemos entender que no estamos frente a una enfermedad mental, porque podemos con normalidad seguir implicados en las diferentes actividades de la vida, puesto que no han mermado nuestras capacidades, aun viviendo disgustados, frustrados o tristes… No obstante, como nuestra capacidad de resistencia frente al dolor, ha disminuido tanto, no nos adaptamos a vivir con molestias, por lo que últimamente ha surgido, una petición desmesurada de ayuda profesional, con 4,2 millones de tratamientos mensuales, además de una exagerada automedicación, a la que hay que sumar las múltiples solicitudes de psicoterapia, para las que se necesitaría un ejército de psicoterapeutas. La filosofía nos enseña, “que para que cesen esas molestias, es necesario dejar de escapar de ellas, siendo la respuesta “la aceptación”.
Fuente: Dr: Baltasar Rodero, Psiquiatra, Santander 2025
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